viernes, septiembre 02, 2005

MARTA "LA ENFERMERA"

Cuando yo pensaba que por fin había conseguido ser una persona tranquilamente infeliz, el destino decidió que pasara a ser agitadamente infeliz. Es lo mismo, pero con más gastos de energía. Y eso pasó cuando conocí a Marta. Fue un día que acompañé a un amigo a donar sangre (yo no lo hice, para eso hay que tenerla limpia). Era una enfermera que enfocaba su vida a su trabajo, y a ser posible con fines humanitarios. Creo que lo más le gustó de mí (por no decir lo único) fueron mis chistes. Le tiré mis mejores y unicos el primer día (los que en la gran mayoria no provocan reacción). Ella me miró con una mirada simpática que interiormente decía "vete a la mierda, guapo". Y haciendo una gran conexión entre mis ojos magnéticos y mi locuaz boca le dije que tarde o temprano accedería a tener una cita conmigo. Ella se rió al tiempo que decía "SIGUIENTE". Pero puedo asegurar que esa risa fue diferente a la del día siguiente cuando me vio entrar con otro amigo para que lo pinchara. Este no quería, pero me debía cinco mil pesos, y le dije que si se dejaba pinchar se los perdonaba. Yo aprovechaba para atacarla mientras mi amigo me miraba con cara de arrepentido. Y poco a poco me enamoré de esos labios que decían "SIGUIENTE". Al tercer día me presenté con otro amiguete -vean las peliculas de santiago segura, en especial Torrente I y II- (y yo que pensaba que estaba solo en esta vida). Estaba loco por la música de los 60-70. Así que le soborné con toda mi colección de discos del Pollo Fuentes, Luis Dimas, German Casas y Cecilia (Grrr, mas grrrr, &%$··$%&, malos recuerdos). He de reconocer que era un tipo que llevaba la música en la sangre. Esta vez Marta nos atendió más seria. Yo seguía dándole la lata, cuando me dijo: "me estás cansando ya. Si te vuelvo a ver por aquí llamo a los de Seguridad". Me fui a casa avergonzado pensando que la cosa ya no tenía gracia. Me prometí que no volvería a molestarla. A la mañana siguiente me levanté más pronto de lo normal. Después de escuchar otro sermón más de mi madre me fui al baño, y mientras me limpiaba los dientes pensé en Marta. Me gustaba. Tenía carácter. Bajé las escaleras pensando "no voy a ir", "no voy a ir", "no voy a ir". Pero fui... el Pollo Fuentes jamás me lo hubiera perdonado. Tuve que entrar a pedirle a la abuela mil pesos. Me afeité, me cambié de ropa, me puse los zapatos que me compró mi madre para una boda (a la que final no fui) y me marché a la peluquería donde iba cuando yo era una persona. Juanito (el peluquero), que es un brasileño cachondo mental, me dijo cuando me vio: ¿Y la U, qué, ya ganó la copa chile? Media hora de reminiscencias, ¿te acuerdas de ...? y tras una despedida de "a ver si te veo más seguido por aquí" salí corriendo a contribuir con una buena causa. Llegué al Hospital, me puse en la cola, detrás de un abuelillo y cuando me tocaba a mí dijo: SIGUIENTE". Pasé yo, y sin reconocerme cogió una jeringuilla nueva. Estaba a un lado mío, y no me veía bien. Ella me decía: no te preocupes, que esto no duele, y no se tarda nada. En ese momento le dije: "ya lo sé, estuve aquí el lunes, y el martes, y ayer miércoles, y pienso volver todos los días hasta que consiga una cita contigo, aunque se me vaya la vida en ello". Ella miró al guardia de Seguridad. Y me miró a mí. Y yo le puse esa misma cara que traía de vuelta a casa el día que mi profesora de Inglés me acosó. Y con unos pardos ojos sin brillo le insinuaba: ¡QUIERO UNA OPORTUNIDAD! Se quedó callada, y tras dudarlo bastante, tan sólo dijo: "mañana a las 4 en la puerta del hospital". SIGUIENTE. Entre ese mismo instante y las cuatro de la tarde del día siguiente pensé más que en los últimos dos años, y lo que es más bonito: pasé miedo. Había perdido la costumbre de ser yo, y no sabía qué tal me iba a comportar sin mis palabrotas ni mi botella de Cerveza. Cuando llegó la hora vi bajar su bonita silueta por las escaleras, y con cara de subnormal le entregué un ramo de flores. Ella lo cogió casi despectivamente y me dijo: ¿no se te ha ocurrido algo más original?. Yo maldecía mi apestosa existencia en vez de relajarme ante la chica más bonita que había visto nunca. Suponía que tendría muchos pretendientes y aguantarme a mí sería un suplicio. Ya, tomando café, me lo confirmó cuando me dijo: "di lo que tengas que decirme rápido que he debo hacer dentro de media hora, y seguro que no hay muchoque hablar". Yo me quedé callado, sin saber cómo reaccionar. Puse cara ofendido y le dije: -¿Sabes qué es una filmación en green key? -¿Cómo? -¿Y sabe cuantos tipos de lentes existen para una camara de 35mm?. ¿Qué opinas del cine alemán?. ¿Qué hay que hacer postular a un Fondart? Y mientras me levantaba de la mesa le dije: ¿hace falta ponerse uniforme de persona humanitaria para que te vea la gente lo buena que eres?, ¿Qué es lo más que has hecho por alguien aparte de sacarle la sangre? ¿Qué más sabes hacer en esta vida además de decir "SIGUIENTE"? Dejé mi último billete en la mesa para pagar los dos cafés y cuando ya estaba a punto de abrir la puerta de la cafetería conseguí escuchar de su boca un "Perdón", mientras me agarraba el brazo. Me quedé mirando sus ojos fijamente y tras un silencio envolvente de diez millones de segundos, nos volvimos a sentar. Le conté algo de mi vida, ella también de la suya, y pareció entretenerse, porque cuando quisimos darnos cuenta de la hora que era, teníamos ya a todos los camareros mirándonos con cara de quererse ir. Salimos. Y la acerqué hasta al colectivo. -Había quedado con una amiga a las cinco. Son ahora las un cuarto pa` las once. ¿Tú crees que me seguirá esperando? -En esta vida nunca se sabe. Por lo menos ahora no........... Me sonrió y me dijo: -Hasta luego. -Hasta luego. Se metió en su colectivo, lo arrancó, y cuando yo ya me había echado a andar pensando que ya se iba, el colectivo se detuvo junto a mí en una luz roja, ella bajó el cristal (suena bien cristal ¿ah?) y me dijo: "es una pena que no tengas más amigos para donar sangre. Estamos muy mal de donantes, y si mañana fueras con otro no tendría más remedio que agradecértelo invitándote a tomar algo cuando yo saliera de trabajar. Por cierto, que aunque haya gente que piense que el cine alemán es un poco morboso, yo sigo pensando que es el mejor de europa". Y cuando yo iba a abrir la boca arrancó el colectivo sin darme opción a decir nada, haciéndome quedar una vez más con cara de tonto. Me volvía loco. Al día siguiente, en el Hospital, yo le estaba rebatiendo su teoría sobre el horrible cine alemán, mientras ella sacaba sangre, cuando me dijo riéndose: -¿Y éste quien es?, refiriéndose a mi nuevo conejillo de India, que yacía sobre la cama mientras miraba como un líquido rojo corría por un tubo en su brazo y me miraba con cara resignado. - ¿Quién, éste? Es Juanito, mi peluquero. Es un gran tipo. El tiempo lo borra todo, pero esa escena de nosotros tres no la borraría ni en un millón de años. A los 20 años nos preocupa lo que los demás piensan de nosotros. A los 40, ya no nos importa. A los 60 descubrimos que los demás no han pensado en nosotros en absoluto. (Eso cree el buen hombre de Jock Falkson)

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